El FAX. UN IVENTO DEL SIGLO XX

 

El notariado, en general, se siente orgulloso del esfuerzo realizado en los últimos años para estar al día con los tiempos que corren. Es necesario estar “a la última” en un mundo profundamente informatizado. No es éste el lugar ni el momento para juzgar esta vorágine que empieza a generar neurosis y dependencias nunca vistas, singularmente entre los más jóvenes.

¿Qué pinta, me pregunto, el fax en este panorama? Cuando instalé mi notaría a primeros de año, aunque de poca monta, la inversión más dolorosa, por trasnochada, por absurda, por cutre, fue la del fax. Una máquina muy útil en el siglo pasado, totalmente superada por los nuevos ingenios.

No tengo que explicar para qué usamos el fax. Lo que me cuesta explicar a cualquier persona ajena al oficio, o, mejor, ajena al sistema de la fe pública, es por qué usamos, todavía, el fax.

Una cita memorable, como tantas otras, de Alicia a través del espejo advierte que lo importante es saber quién manda.  En España ya no mandan los González, los Aznar, los Zapatero, aunque en el primer caso pueda caber alguna duda. Ahora mandan los Rajoy y yo le he oído al Presidente, más de una vez, insistir en que la ley debe de cumplirse. Con cumplir las leyes 24/2001 y 24/2005 quizá el fax dejara de ser necesario en las notarías y pasaría a ser un recuerdo de tiempos peores, tecnológicamente hablando. Creo que el Presidente seguirá en su puesto, insistiendo, con razón, en que las leyes deben de cumplirse; creo también que al Parlamento Español, tan plural e interesante, esta cuestión no le ocupará ni un segundo de su tiempo. Seguiremos, en consecuencia, tirando de fax, a la espera del siglo XXI…

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