2017

Conocí a un capitán de la marina mercante, no fumador, no bebedor, austero en el comer. Sólo confesaba una pequeña debilidad. En los puertos donde amarraba, si había casino, jugaba una sola vez al diecisiete, negro, impar y falta. Era, según él, el número de la suerte. Nunca acertó un pleno pero tampoco renegó del diecisiete.

Apostaremos, pues, por el 17.

Por lo visto y por lo leído, este año se puede caracterizar por la noticia de que en el País Vasco se puede “desheredar” a los hijos. Los medios de comunicación, normalmente poco rigurosos cuando se hacen eco de cuestiones jurídicas, lanzan la bomba en sus matinales televisivos y, en alguna ocasión, han entrevistado a algún compañero de Bilbao. Veo muy poca tele pero espero que el compañero haya puesto un poco de cordura y fundamento en el asunto.

Lo chocante, pienso yo, para el público en general es que el País Vasco pueda hacer cosas que nadie más puede conseguir. En realidad, el Parlamento Vasco tiene competencia legislativa en lo que llamamos las anteiglesias de Bizkaia y debo reconocer que a mí también me ha llamado la atención que el Parlamento Vasco haya podido producir una ley que se aplica en toda la Comunidad. En resumen, una ley del Parlamento Vasco ha cambiado las legítimas del Código Civil y ha extendido el apartamiento de hijos o descendientes (que no la desheredación) a todo el País Vasco.

Algo de alta política debe de haber por medio y el resultado está a la vista.

Lo cierto es que, al parecer, muchos padres aburridos de sus hijos preguntan cómo se hace para eliminar a un hijo del testamento sin dar explicaciones.

Haciendo un poco de historia con los privilegios jurídico – fiscales de los vascos, recuerdo cuando las haciendas vascas rebajaron el tipo del Impuesto de Actos Jurídicos Documentados al 0,1 frente al 0,5 que mantenía el Estado y que Don Carlos Solchaga (del gabinete González) no quería modificar. Las grandes empresas acudían a firmar a las notarías vascas para ahorrarse un 80 % de impuestos.

Cuando las donaciones entre padres a hijos y entre cónyuges fueron declaradas exentas, hubo quien estuvo tentado de empadronarse en algún pueblo, villa o ciudad de Bizkaia para gozar de tal privilegio. Luego la cosa no resultaba tan sencilla, sobre todo porque lo que se quería regalar estaba situado en cualquier lado menos en el País Vasco.

¿Y ahora?

¿Merece la pena vivir (o empadronarse) en el País Vasco para poder apartar a hijos o nietos?

Puede ser. Quizá el 2017 sea un año de empadronamientos o, quizá todo haya sido un boom mediático con un recorrido limitado.

Veremos…

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