Escribo al hilo, como siempre con retraso, del fenómeno Rosalía, cantante a la que pude escuchar y ver en la gala de los Goya, en un interesante montaje, acompañada de un orfeón catalán, interpretando un tema de Los Chunguitos.
Y como Rosalía, más que una cantante, me resulta un fenómeno mediático bien organizado, me apetece hacer aluna reflexión.
Cantantes hay muchas, cantaoras menos y grandes pocas. Pastora Pavón (Niña de los peines), Tía Anica (la Piriñaca), Paquera de Jerez, Fernanda y Bernarda de Utrera, son algunas de las cumbres de una manera de hacer. Todas cantaban en sus casas y de ello hay muestras en youtube. Es verdad que, si las llamaban, actuaban en alguna sala pero, como dijo Bernarda, “a mí, esto del arte no me interesa; me llaman, canto y vuelvo a mi casa”. Para oírlas cantar, mejor dicho, para oírlas resonar mejor ir a su casa. En el impagable programa Rito y geografía del cante, hay un episodio en que se ve a Tía Anica, en casa, para entendernos en zapatillas, cantando, rodeada de su tocaor y algunos fans. Entre ellos Fernando Fernández Monge, “Terremoto de Jerez”. Hay que fijarse en su cara, en su mirada, para empezar a comprender de qué estamos hablando.
Rosalía no creo que cante en casa porque el tinglado audiovisual y el orfeón no cabrían. Es una cantante, seguramente una gran cantante, como lo es Estrella Morente que, quizá en sus comienzos, soñó con ser una cantaora de leyenda y luego se resignó.
De montajes seguiremos hablando porque los hay muy buenos. Tan buenos que lo de menos es cantar.