VAMOS A CONTAR VERDADES. EL CINE HUMANISTA DE ALAUDA RUIZ DE AZÚA.

 

Para empezar diré que no le hago ascos al Mito de Bourne o al Caballero oscuro y que mi serie favorita es Line of duty, pero cuando veo cosas como ¿Dónde está la casa de mi amigo? de Kiarostami me pregunto si este es el cine verdadero.

Alauda Ruiz de Azúa debuta, cum laude, como guionista y directora con Cinco lobitos. Su forma de arrasar en el festival de Málaga me hace pensar que todos estábamos esperando algo así, cine verdadero, del bueno, sin aspavientos.

Para explicarme recordaré al gran Elie Faure cuando decía que Masaccio inventó la pintura en una oscura capilla de Florencia. Inauguraba una nueva manera de acercarse a las figuras, a sus formas, a su luz y a sus sombras: inauguraba el arte del humanismo. Esta misma sensación he tenido viendo la película de Alauda, como la tuve con El cielo gira o Mercado de futuros de otra guionista y directora, Mercedes Álvarez.

Me impresiona la forma de acercarse a las personas, a la vida de las personas, a la verdad de la vida de las personas, a su luz y su oscuridad, a sus ruidos y a sus silencios, a su dolor y a su rabia y a su compasión.

Una producción definitiva y gloriosamente femenina, empezando por la productora que lo vio claro desde el principio, Nahikari Ipiña, la citada escritora y directora, dos magníficas actrices, Laia Costa y Susi Sánchez, y muchas más chicas… sin olvidar a Ana Angulo Umaran y a Itxaso Frau, por razones estrictamente personales.

Digna de verse. Corran la voz.

CONCHA ALÓS. CONTRA EL OLVIDO

Concha Alós es, que yo sepa, la única persona que ganó el Premio Planeta dos veces y qué veces: en 1962, ocasión en la que tuvo que renunciar porque tenía contrato con otra editorial, y en 1964. Quiero decir que en esos años ser escritora en España no era fácil, quiero decir que en esos años el Planeta era un premio muy alejado del mercadeo en que se ha convertido, y quiero decir, sobre todo, que en esos años, los jurados no estaban en absoluto condicionados por el respeto que hoy en día existe por la creadoras, respeto que, en ocasiones, da lugar a bufonadas como premiar a tres machitos listillos escondidos tras un nombre de mujer. Allá los dueños de la editorial que, como siempre, saben lo que, para vender mucho, conviene premiar cada año y, si no, que se lo pregunten a Ramiro Pinilla, finalista del Planeta en 1971.

Concha Alós decía ganó y perdió el planeta en 1962 con Los enanos editada en 2021 por La Navaja Suiza, y en 1964 con Las hogueras. Muy buenas tenían que ser las dos novelas para batir a los demás contendientes. Para ponernos en situación cuando, en 1981, los sorprendidos periodistas preguntaron a la ganadora del Nadal, Carmen Gómez Ojea, por su condición de “mujer” escritora, respondió que a ella le parecería noticia si el Nadal lo hubiera ganado un mono… Algunos, digamos escritores, bastante monos, han ganado el Planeta en los últimos tiempos.

Ahora los tiempos han cambiado y es frecuente que las mujeres obtengan tantos galardones o reconocimientos a su labor como los hombres o más. Natural. Ahora, también se reivindica el talento y el enorme esfuerzo de aquellas artistas, escritoras, filósofas, científicas… que trabajaron en el más indecente anonimato.

Concha Alós es, pues, uno de esos fenómenos a contracorriente de los que vamos teniendo noticia. La cuestión es que lo que tenemos que hacer es leer lo que la difunta y olvidada Concha Alós nos dejó. El olvido, el cruel olvido, ha arrasado con la efímera gloria que tuvo esta gran escritora, así que… ya saben. A leer.

 

RICARDO BOFILL. TEATRO NACIONAL DE CATALUÑA

Hemos comenzado 2022 con algunas pérdidas dignas de mención: Peter Bogdanovich, Sidney Poitier y Ricardo Bofill.

Ricardo Bofill, hijo de Emilio Bofill y de la veneciana María Leví, filiación esta que debe ser mencionada, fue un creador enorme y variado (a diferencia de otros que parecen saber hacer una sola cosa), una de cuyas obras es objeto de este texto.

Antes, me permito un paréntesis que creo necesario. En 1963 Thames and Hudson editó The Classical Languaje of Architecture, basado en las seis charlas que John Summerson escribió para la BBC y fueron emitidas en los meses de mayo y junio de ese mismo año. El libro fue editado en España por Gustavo Gili en 1974. El apellido Summerson, dicho sea de paso, está cargado de buenas resonancias literarias, por la Esther de Casa desolada, obra cumbre de Dickens.

El Summerson es un clásico y nos hace recordar aquellos maravillosos años en que las radios públicas eran un servicio público. Por otro lado, John Summerson tenía ese don necesario para la divulgación y su recorrido por la arquitectura basada en los cánones griegos y romanos es una delicia de precisión y amenidad. Nunca los órdenes, que repetíamos mecánicamente en el colegio, tuvieron mejor profesor.

John Summerson murió en 1992 y no pudo ver el Teatro Nacional de Cataluña del taller de arquitectura de Ricardo Bofill, obra de 1997, pero estoy seguro de que esta maravilla entraría en su libro como uno de los mejores ejemplos de la celebración de lo clásico en el siglo XX.

No quiero cansar al lector pero cito textualmente la descripción que en la web de RBTA se hace el teatro:

El diseño del Teatro Nacional de Cataluña recupera la tradición arquitectónica del teatro griego. El edificio combina dos arquetipos clásicos, el templo y el hemiciclo. La necesidad de una sala taller, sala de ensayo, un espacio para el teatro de vanguardia y otras facilidades, sugirió la construcción de dos edificios separados.

El edificio principal alberga la gran sala de tratamiento clásico, con capacidad para 1000 personas, y una sala de dimensiones más reducidas, de 400 butacas, para teatro de vanguardia y experimental. La fachada principal de este edificio, totalmente acristalada, cuenta con una escalinata de acceso que puede utilizarse como gradas improvisadas para actuaciones al aire libre en la nueva Plaza de les Arts.

El edificio se compone de tres espacios: un amplio vestíbulo, la gran sala para el público y el escenario con sus instalaciones. Los tres espacios forman un solo volumen cubierto por un único techo metálico a dos aguas, con una luz de 50 m, apoyado sobre dos columnas de hormigón arquitectónico. Las paredes acristaladas ofrecen vistas al exterior desde el interior del vestíbulo colmado de plantas, que alberga los restaurantes.

El teatro experimental se encuentra en la planta baja. El área que acoge a los espectadores forma un volumen unitario en el gran vestíbulo, como un edificio dentro de otro. Tiene una pendiente pronunciada para mejorar la visibilidad, con la entrada en la parte superior.

Recomiendo también las fotografías del edificio de la propia web del taller.

Las grandes ciudades, como Barcelona, tienen el privilegio de acoger a lo largo del tiempo numerosas obras inmortales. Este Teatro Nacional de Cataluña lo es y está ya, como su autor, en la Historia del Arte.

VIEIRA DA SILVA EN EL MUSEO DE BELLAS ARTES DE BILBAO

En 1992, bajo la dirección de Jorge Barandiaran, el Museo de Bellas Artes de Bilbao adquirió el Passage des miroirs, obra realizada en 1981 por María Helena Vieira da Silva. La adquisición demuestra el buen criterio del equipo de dirección del museo en aquella etapa.

Este fantástico Passage des miroirs, preside ahora la exposición de grabados de la artista portuguesa que el Museo exhibe hasta marzo y, aunque es pequeña, la muestra permite intuir la grandeza de esta pintora.

Vieira da Silva es una clara exponente del “caso Portugal”, país pequeño, bastante ignorado, más célebre por el turismo que por la cultura y que, sin embargo, ha dado a Europa, al mundo, figuras cumbre en la literatura, Queirós y Pessoa, y en la plástica, Vieira da Silva. Joana Vasconcelos camina, con bien paso, hacia la cima de los elegidos.

Ahora que se trata de reivindicar a las mujeres que trabajaron, mucho y bien, en un mundo dominado por los hombres, Vieira da Silva confirma, treinta años después de su muerte, su posición de privilegio en la plástica del siglo XX.

Formaría parte, en mi opinión, de esa corriente que, para aclararme, he definido como los humanistas del siglo XX, en la que coloco a Klee, Brancusi, Leger, Giacometti, Dubuffet, Rauschenberg o Leiro. Anthony Caro, con su Juicio final, también exhibido en el Museo de Bilbao, merece estar en este grupo.

De momento, porque volveré a escribir sobre esta artista, sólo puedo recomendar encarecidamente que se acerquen al Museo de Bilbao para disfrutar de los grabados y, de paso, de las Reflections de Chillida y el Open Secret de sir Anthony Caro, muestra relacionada con las ediciones de Ivory Press de Elena Ochoa. De Caro habrá que tratar otro día.

2022 Y LOS ANIVERSARIOS

Este 2022 es un año de celebraciones o, según se mire, de conmemoraciones históricas y literarias. Algunos celebramos los cien años de la aparición de Ulises, monumento imperecedero de James Joyce al que nunca es tarde para acercarse. La traducción de Francisco García Tortosa, editada por Cátedra, asumiendo que cualquier traducción de Ulises implicará perder algo respecto al original, merece la pena.

Habrá quien, en lugar de celebrar tal aparición, dirá que se cumplen cien años de tal desgracia. Lo mismo se podría decir del nacimiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas cuya deriva totalitaria, como todo totalitarismo, se puede considerar uno de los grandes males del siglo XX.

Conmemoramos también los cien años de la muerte de Marcel Proust, acaecida en el proceso de edición de otro monumento imperecedero: A la búsqueda del tiempo perdido. Creo que en 1922 aparecieron El mundo de Guermantes Y Sodoma y Gomorra, Con lo cual estaban pendientes de publicarse póstumamente La fugitiva, La prisionera y El tiempo recobrado. De no haber muerto, esta obra descomunal y fascinante quién sabe cuántos añadidos habría podido tener pues, al parecer, Proust siempre tenía algo más que decir cuando el editor le mandaba las pruebas. Aquí también hay que ponderar los esfuerzos de traducción que, hasta hace poco, estaba en manos del tándem Pedro Salinas / Consuelo Berges que publicó Alianza Editorial. Si en el caso de Ulises, Tortosa mejora a Subirats y a Valverde, en el caso de Proust, Mauro Armiño y Carlos Manzano hacen lo propio con la primera.

Conocí a un sujeto que se encerró con los siete tomos de Alianza y sólo salió a la calle, concretamente para ir a la librería Herriak de Bilbao, a quejarse de que en el cuarto tomo había una página en blanco. Hubo bromas al respecto y un exquisito que casualmente se encontraba allí, visitando a José Luis Merino, indicó al concienzudo y frustrado lector que, si no era en el original, no merecía la pena leer a Proust. Hace falta mala baba.

No creo que, para disfrutar, y mucho, con Joyce y Proust, tenga uno que leer los originales. De ahí mi enorme gratitud para los traductores, al margen de su mayor o menor acierto.

Por cierto, a este desastroso autor del blog menos leído del mundo, se le pasó 2021 sin celebrar los cien años del nacimiento de otros dos gigantes de la literatura universal: Dostoievski y Flaubert. Hemos tenido suerte con los traductores de los novelistas rusos: López Morillas, Laín Entralgo, Augusto Vidal superaron al pionero Cansinos Aséns. En cuanto a Flaubert, merece la pena citar a dos grandes traductoras: Carmen Martín Gaite y Aurora Bernárdez. Volveremos pronto con Carmen Martín Gaite.

SANTIAGO AMÓN

El 30 de junio de mil novecientos ochenta y ocho fallecía, en accidente, Santiago Amón. Tenía sesenta y un años y España perdía a una figura irremplazable en el análisis y la crítica de las artes plásticas, fundamentalmente.

Nacido en Baracaldo, Santiago Amón era palentino y, como merece, tiene en Palencia capital avenida y monumento.

En toda muerte trágica e inesperada hay una sacudida de impotencia entre familiares, amigos y admiradores. Tuve la suerte de asistir a una conferencia de Santiago Amón en el museo de Bilbao, sobre Rafael Ruiz Balerdi. Recuerdo imborrable dejaron su voz, su manejo de la lengua castellana, su capacidad para comunicar. Hablando de Balerdi y de su meticulosidad creadora trágicamente interrumpida también, me permito remitir al lector a la monumental obra que exhibe el Museo de Bellas Artes de Bilbao y le invito a consultar los años de factura.

De Santiago Amón nos quedan sus publicaciones, difíciles de encontrar, y, gracias a Youtube algunas intervenciones en coloquios, conferencias o fragmentos de exposiciones más largas. Lamentablemente, la calidad de la imagen deja mucho que desear en estos vídeos. Amón despliega su magisterio hablando sobre Aranzazu, Oteiza, Miró, la Gran Vía y la Ciudad Universitaria madrileñas, la fiesta de los toros…

Ahora que abundan tantos y tan malos, Santiago Amón fue uno de los mejores contertulios de la radio española, preciso, educado, respetuoso con el disidente…

Treinta y tres años después de su muerte, Amón cada día habla mejor.

 

LÁGRIMAS NEGRAS

La productora Calle 54 lanzó, en 2003, un disco que obtuvo un enorme éxito, de ventas: Lágrimas Negras. Se apoyaba en el inconmensurable Bebo Valdés y en el mediocre Diego Ramón Jiménez Salazar, alias el Cigala. Para un repertorio tan trillado, la productora podría haber contado con un buen cantaor porque no hacía falta un genio, pero eligió a un mal cantaor. La cuestión es que, aunque quien está detrás de la productora conocería bien las carencias de el Cigala, el público creyó que estaba escuchando a Manuel Torre, Antonio Chacón o Manolo Caracol, sin ir más lejos. A las productoras les preocupa, como es natural, la rentabilidad de sus inversiones. La bondad de lo producido… es otra cosa. Miles de incautos consideraban Lágrimas Negras como la bomba de la discografía mundial.

Desde hace tiempo tengo referencias sobre el señor (?) Jiménez Salazar. Bonifacio Alfonso, enorme pintor y persona, me advirtió de que a este sujeto no le adornaba ninguna de las virtudes de los de su raza y conocía las malas artes de los payos.

Ahora resulta que ha sido detenido y acusado de violencia de género. Esperemos la decisión de los tribunales pero habrá que recordar a los productores de Calle 54 el error de encumbrar a un mediocre que, seguramente, no ha sabido qué hacer con la fama y la tela. Lo que sí supo hacer fue olvidar a los que le habían ayudado en tiempos de necesidad.

Calle 54, la productora, puede estar muy orgullosa de Calle 54, el disco y el documental, que concentró a una serie de prodigiosos artistas, autores e intérpretes de una de las músicas más movedoras y conmovedoras que existen. De Lágrimas Negras, fuera de las ganancias obtenidas que, con toda seguridad, fueron superiores a las de calle 54, disco, mejor no presumir, al menos en la mitad de Jiménez Salazar.

LO MEJOR DE LOS GOYA: ANA MARÍA RUIZ LÓPEZ Y CERVANTES

La gala de los Premios Goya 2021 fue diferente por varias, obvias, razones. No había un humorista presentador sino un actor y una profesional sin ganas de provocar las risas del público, que brillaba por su ausencia. Antonio Banderas tiró de agenda y tiró bien. Comparecieron en el escenario glorias nacionales (algunas parecían pulpos en garaje) y en pantalla muchas, muchas glorias internacionales.

Se rindió obligado homenaje a Luis García Berlanga, director de la impagable Plácido y otras joyas del cine español y se entregó, presencialmente, un goya de honor a la extraordinaria Ángela Molina.

La música fue de lo peor y una mujer llamada Nathy Peluso batió todos los records del mal cantar. No sé muy bien a qué venía La violetera en la ceremonia pero nos hizo recordar a Sara Montiel, que no era ni buena actriz ni buena cantante pero era una estrella. Esta diferencia, si me permiten el paréntesis, es la que Richard Burton nunca entendió bien en relación con su señora, Liz Taylor. A él le respetaban, le admiraban; a ella la adoraba el público. Nathy Peluso, que canta horriblemente mal y, seguramente no lo necesita, es, imagino, una de esas estrellas del nuevo panorama de youtubers, influencers, timadores y demás pícaros de este nuevo Patio de Monipodio que surge al amparo de las redes sociales. Antiguamente, los pícaros se buscaban la vida leyendo romances, distrayendo bolsas despistadas, vendiendo elixires mágicos… Ahora basta con decir burradas o tonterías sin fundamento para tener una legión de seguidores. Vale.

Digo vale porque así concluye, si no recuerdo mal, el prólogo de la primera parte del Quijote. Y aquí entra en acción lo mejor de la gala. Una no actriz, enfermera por más señas, llamada Ana María Ruiz López, protagonizó el mejor momento de la noche, presentando el premio a la mejor película, superando a todos los invitados, profesionales, veteranos, despistados, y con una cita gloriosa de Don Miguel, ese genio absoluto de nuestras letras, ese ejemplo mayúsculo de talento y hombría de bien. Del capítulo XVIII de la primera parte del Quijote, Ana María recordó: “… presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas, porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca.” *

La gala propició, también, dos recados. Alberto San Juan, aprovechando su premio, mandó al PSOE un aviso de Podemos sobre el derecho a la vivienda. Mabel Lozano, ganadora del premio a mejor corto documental con su Biografía del cadáver de una mujer muerta, mandó otro aviso sobre la trata de mujeres. Supongo que el vicepresidente de asuntos sociales, la ministra de igualdad y el ministro de consumo, por su responsabilidad en el gravísimo asunto, habrán tomado buena nota.

Y ustedes dirán que se habla poco de cine. A mí, este año, como a tantos otros, los premios me han pillado sin ver las películas, de manera que poco puedo opinar. Ya veremos.

*

DON QUIJOTE. PRIMERA PARTE.CAP. XVIII

—Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro, si no hace más que otro. Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas, porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca. Así que no debes congojarte por las desgracias que a mí me suceden, pues a ti no te cabe parte dellas.

CON LOS OJOS AMPLIAMENTE CERRADOS. Segunda parte

Vuelvo al comienzo. Según Christiane Harlan, su marido no dejó de sonreírle hasta el día de su muerte. Esta fidelidad, entiendo yo, es lo que Kubrick quiso poner en valor en su última película.

Es fama que discutió y se enfadó con el coguionista, Frederic Raphael, y supongo que, testarudo como era, el director ganó la batalla.

Si atendemos a la película, Alice es una mujer fiel y se defiende bien del moscón que la acosa en la fiesta. Por su parte, interroga a su marido por las mosconas que se lo llevan en la misma fiesta; por las hermosas pacientes a las que tiene ocasión de ver y tocar. Bill oculta el servicio que prestó al anfitrión y se defiende pretextando que es un profesional. Pero hay un momento crítico en el que Alice abre, por así decir, la caja de Pandora: confiesa su fantasía sexual con un oficial de marina y aquí comienza el desafuero del doctor. Por razones diversas, su desquite, tan masculino, no llega a consumarse y, además, se ve inmerso en una situación donde seres que pertenecen a otro universo, económico y moral, mejor inmoral, prescinden sin pestañear de quien les molesta.

En unas delirantes jornadas, el doctor Harford conocerá la prostitución, la corrupción de una menor por su padre, la orgía más depravada que el dinero puede organizar, la violencia y la muerte. Saldrá de todas sus pretensiones de infidelidad inocente de hecho pero no de intención. Mientras, su mujer sigue poniéndole al corriente de sus ensoñaciones, sincera y desesperante a la vez.

Al final, cuando el marido ve a su mujer dormida junto a la máscara de su peligrosa aventura, confiesa. Y Alice, al día siguiente, le sugiere lo que pueden hacer…

Entiendo que Kubrick, tal vez basado en su bendita experiencia personal, nos quiere decir que está muy bien fantasear pero que lo mejor, lo mejor de todo, es tener aventuras con la propia esposa y conseguir dentro de casa todo lo que se puede conseguir dentro de casa, que es mucho. ¿Quién no ha soñado con la que ahora es su mujer? ¿Quién no ha experimentado novedades con su pareja? ¿Quién no ha practicado juegos eróticos dentro del matrimonio?

Seguramente habrá quien piense que lo “prohibido” tiene más gracia y que ser “malo” es lo que produce placer. Stanley diría que no, que nada produce más placer que hacer todo, de todo, con la persona amada. Los que lo hacen, saben que tengo razón. A los demás, les aconsejo probar. No se pierde nada. Digo.

CON LOS OJOS AMPLIAMENTE CERRADOS. Primera parte

Este texto lo tenía pendiente desde comienzos de 2020. Quiero decir que no hay aniversario ni nada que justifique recordar a Stanley Kubrick, personaje que, por otra parte, es inolvidable.

Stanley Kubrick (1928-1999) conoció a Christiane Harlan, actriz alemana, preparando el rodaje de Senderos de Gloria, primera obra maestra de su asombrosa carrera. Harlan contó que, en su primera entrevista, Kubrick no dejó de sonreírle. Fue contratada y es la muchacha alemana que canta en la memorable escena final de la película. Se casaron en 1958 y, según Christiane, Stanley no dejó de sonreírle hasta el día de su muerte.

Es sabido que Kubrick murió pocos días antes del estreno de Eyes wide shut, película protagonizada por la pareja Kidman-Cruise y en la que Sidney Pollack intervino en el papel del millonario Ziegler.

Eyes wide shut se inspira en Traumnovelle, novela corta de Arthur Schnitzler, traducida en la edición española como Relato soñado, y cuenta las peripecias de un joven y guapo doctor neoyorquino, Bill Harford, casado con una hermosa mujer, Alice, padre de una encantadora niña, con una consulta muy rentable y habitante de un soberbio piso: lo que llamaríamos una cobaya satisfecha.

La película comienza con los Harford preparándose para acudir a una fiesta navideña celebrada por uno de sus pacientes, Victor Ziegler, multimillonario. Alice, vestida ya de largo y haciendo pis, pregunta a su marido cómo la ve y él, sin mirar, contesta que muy bien, cosa que ella le reprocha. Él insiste en que ella siempre está perfecta.

Tras ser recibidos por el matrimonio Ziegler y bailar juntos, Alice dice que tiene que ir al baño y ambos se separan temporalmente. Dos jóvenes se pegan al doctor y él se deja llevar, momentáneamente. Cuando Bill pregunta ¿a dónde vamos exactamente? ellas proponen ir “más allá del arcoíris». En ese momento, alguien se acerca para decir al doctor que el señor Ziegler quiere verlo.

Por su parte, un insistente galán maduro, húngaro, intenta seducir a una Alice bajo los efectos del champán, y le propone sexo con la disculpa de ver bronces del renacimiento en una galería superior. Ella se deshace del moscón enseñando su alianza. Bill ha sido requerido por el anfitrión para que le ayude con una situación delicada: una mujer desnuda en su baño ha sufrido una sobredosis. Cuando Bill logra reanimarla, Ziegler le pide discreción.

Al volver a casa, Bill y Alice demuestran una buena vida sexual.

La noche siguiente, mientras Alice y Bill hablan sobre sus encuentros en la fiesta, ella le pregunta si tuvo relaciones sexuales con las dos guapas modelos con las que coqueteó durante el tiempo que se ausentó. Bill, forzado a mantener la confidencialidad acerca de la indiscreción de Ziegler, escuetamente explica que estuvo en el piso de arriba atendiendo a Ziegler. La coartada de Bill es poco convincente, pero sobre todo desafortunada, y da pie a una discusión. Alice, molesta por los comentarios de Bill, que interpreta como sexistas, acerca del deseo y la fidelidad femenina, le relata una fantasía sexual que tuvo un año atrás en la cual estuvo dispuesta a renunciar a todo por una noche de sexo con un oficial de marina que acababa de ver por primera vez. Bill mira a Alice perplejo, sacudido por la revelación inesperada. En mitad de estas traumáticas confesiones, Bill recibe una llamada telefónica que le informa que Lou Nathanson, un paciente suyo habitual, acaba de morir. Junto a su cabecera, Marion, la hija del difunto, declara que ama a Bill y desea renunciar a su vida para estar con él.

Bill se despide, sorprendido por la relevación, y camina ausente por las calles de Nueva York, recreando imaginariamente la fantaseada infidelidad de Alice. Un grupo de jóvenes toma a Bill por homosexual y le empujan e insultan. Bill se contiene y reanuda su paseo. Poco después conoce a una guapa prostituta llamada Domino y la acompaña a su apartamento. Cuando Bill está a punto de sucumbir, una llamada de Alice los interrumpe y Bill decide marcharse. Bill pasa por el Café Sonata, donde su amigo, el músico Nick Nightingale toca el piano. Nick le cuenta acerca de un lugar en el que toca el órgano con los ojos vendados. Cuando Nick le dice que volverá a tocar esa misma noche, Bill lo persuade para que revele la ubicación y las condiciones para asistir al encuentro: la contraseña «Fidelio», una máscara y una capa con una capucha. Para conseguir el atuendo requerido, Bill va a una tienda de alquiler de disfraces llamada Rainbow Fashions, que se convierte en escenario de otro incidente sexual; Bill y el propietario de la tienda se encuentran con un ilícito menage a trois en el cual la hija adolescente del propietario es el centro de atenciones. Bill toma un taxi y emprende un viaje nocturno que le llevará lejos de la ciudad hasta un misterioso lugar llamado Somerton. Con la contraseña Bill accede a una mansión en la que una orgía ritualizada está por empezar. Una enigmática mujer trata de advertirle que está en peligro pero Bill, desoyéndola, se niega a marcharse. Convencido de que la máscara le hará pasar inadvertido, Bill se pasea a través de varias salas observando actos lascivos entre hombres y mujeres sin distinción, aunque se abstiene de tomar parte en ellos. A un cierto punto Bill es detenido y llevado ante el maestro de ceremonias (el único vistiendo una toga color roja), quien le solicita la contraseña, Bill repite la contraseña «Fidelio» y el maestro le indica que resulta correcta para el ingreso pero no para la casa. Por ignorar esta segunda contraseña, Bill es desenmascarado y el maestro de ceremonias le demanda expiación. La misteriosa mujer interviene y se ofrece a redimirlo, y acepta cualquier castigo previsto para él. Bill es liberado pero se le advierte que, si no guarda silencio, él y su familia pagarán las consecuencias. Cuando regresa a su piso encuentra a Alice riendo en sueños y la despierta. Alice le cuenta que soñaba que tenía sexo con el oficial de marina de su fantasía y con muchos hombres más.

A la mañana siguiente Bill retrocede sobre los pasos de su aventura nocturna buscando respuestas. Va al hotel de su amigo el músico, pero allí descubre que Nick salió del hotel durante la madrugada en circunstancias inquietantes. Bill regresa a la tienda de disfraces para devolver el atuendo y se sorprende por la ausencia de la máscara. Antes de marcharse, el propietario de la tienda le ofrece los servicios sexuales de su joven hija además de no cobrarle. Bill regresa a Somerton pero le advierten que no siga haciendo indagaciones. Bill telefonea a Marion Nathanson pero cuelga cuando su prometido contesta al teléfono. Vuelve al apartamento de Domino, donde conoce a Sally, la compañera de piso de Domino. Tras un escarceo con la atractiva mujer, Sally le dice que Domino recibió de mañana los análisis de sangre que confirman que es VIH positivo. Bill se marcha y se percata de que está siendo seguido por un hombre de aspecto amenazador a través de las desiertas calles de Manhattan. Alarmado, Bill entra en una cafetería para protegerse. Allí lee en un periódico que la conocida modelo Amanda Curran ha sido internada en un hospital. De algún modo Bill sospecha que Amanda podría ser la mujer que lo redimió la noche anterior. Bill va al hospital, donde le informan que Amanda murió por sobredosis poco después del mediodía. Bill emplea sus credenciales médicas para entrar a la morgue. Cuando ve el cadáver de Amanda se conmueve en un modo extraño. Bill es citado por Ziegler, quien confiesa que es uno de los hombres enmascarados de la orgía que lo reconoció. Ziegler confirma que Amanda es la misteriosa mujer que lo redimió en la orgía y la mujer a la que Bill atendió el día de la fiesta. Sin embargo, Ziegler afirma que la redención de Amanda fue «falsa, un montaje, un teatro, una farsa para asustarlo, para que guardase silencio». Ziegler asegura que Amanda fue devuelta a su casa sana y salva y que sufrió una sobredosis por accidente. Además Ziegler le confirma haber sabido de su amistad con Nick quien lo llevó a Somerton y cuya cuenta en el hotel había sido pagada además de hacerlo volver a Seattle.

Cuando regresa a su piso, Bill encuentra a Alice dormida y junto a ella la máscara perdida que había usado en la orgía. Bill se derrumba emocionalmente. Alice se despierta y Bill, llorando, le confiesa todo. A la mañana siguiente, mientras hace las compras de Navidad en compañía de su hija, Bill le pregunta a Alice qué deberían hacer. Alice contesta que deberían estar agradecidos de haber sobrevivido a sus aventuras, reales o imaginarias; «una noche no es toda la vida», afirma Alice. «Y un sueño no es solo un sueño», responde Bill. Alice, mostrando que ha perdonado la escapada de Bill, responde que deberían tener relaciones sexuales tan pronto como les fuese posible. La última frase del último guion de Kubrick es “fuck”.

Creo que urge ver, o volver a ver, esta gran película. Y seguimos comentando.

 

 

Este sitio web utiliza cookies de terceros para optimizar tu navegación, adaptarse a tus preferencias y realizar labores analíticas. Al continuar navegando aceptas nuestra Política de cookies. ACEPTAR
Aviso de cookies