VIVA CERVANTES

notaria en durango

VIVA CERVANTES

Este año se cumplen cuatrocientos de la muerte de dos figuras cumbre de la literatura de todos los tiempos: Cervantes y Shakespeare. Si la propia identidad del segundo es objeto de permanente controversia y de ello hablaremos en otro momento, no tenemos dudas sobre la persona y obra de nuestro Don Miguel. Su azarosa vida, sus penurias, su cautiverio, su limitación física, no le impidieron sostener una visión bondadosa, optimista, de la vida y ello es digno de alabanza. Si además dio al mundo unas cuantas obras maestras de muchos conocidas y de menos leídas, queda poco que añadir para que inaugure nuestra sección. Lean a Cervantes, por mucha pereza que pueda dar su maravilloso castellano del siglo XVI, por muchas notas que haya que mirar. Lean a Cervantes porque el tiempo es limitado y no estamos para perder el tiempo con mediocridades.

Para muestra, una cita de la Novela del Licenciado Vidriera, una se esas obras maestras a las que aludía, referida a los notarios de su época. Entre corchetes, la traducción de la cita bíblica.

 

“- ¿Qué es esto, señor licenciado, que os he oído decir mal de muchos oficios y jamás lo habéis dicho de los escribanos, habiendo tanto que decir?

A lo cual respondió:

– Aunque de vidrio, no soy tan frágil que me deje ir con la corriente del vulgo, las más veces engañado. Paréceme a mí que la gramática de los murmuradores y el la, la, la de los que cantan son los escribanos, porque así como no se puede pasar a otras ciencias, si no es por la puerta de la gramática, y como el músico primero murmura que canta. Así, los maledicientes, por donde comienzan a mostrar a demostrar la malignidad de sus lenguas es por decir mal de los escribanos y alguaciles y de los otros ministros de la justicia, siendo un oficio el de escribano, sin el cual andaría la verdad por el mundo a sombra de tejados, corrida y maltratada; y así dice el eclesiástico: in manu Dei potestas hominis ets, & super faciem scribe imponet honorem [la prosperidad del hombre está em mano de Dios, y sobre la persona del escriba pondrá su honra]. Es el escribano persona pública, y el oficio del juez no se puede ejercitar  cómodamente sin el suyo. Los escribanos han de ser libres y no esclavos ni hijos de esclavos; legítimos, no bastardos ni de ninguna mala raza nacidos; juran de secreto, fidelidad, y que no harán escritura usuraria; que ni amistad ni enemistad, provecho o daño, les moverá a no hacer su oficio con buena y cristiana conciencia. Pues si este oficio tantas buenas partes requiere, ¿por qué se ha de pensar que de más de veinte mil escribanos que hay en España, se lleve el diablo la cosecha, como si fuesen cepas de su majuelo? No lo creo creer ni es bien que ninguno de lo crea.”

 

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