JOYAS DEL PRADO 1

JOYAS DEL PRADO 1

En noviembre de este año se cumplirán doscientos años de la apertura de lo que hoy es el Museo Nacional del Prado y la prensa, la radio, la televisión, las redes, etc. darán buena cuenta de ello.

El Prado es, de momento, gratuito de seis a ocho de la tarde, todo un lujo teniendo en cuenta el precio de las entradas en otros museos de Europa. La gratuidad permite a los residentes en Madrid acudir al museo una y otra vez, sin prisa, sin la agonía del turista que va con el tiempo tasado y tiene que amortizar la inversión.

El Prado exhibe muchas joyas. Hay unas cuantas que en la propia web del museo se destacan y recomiendo su visita antes de acudir a las salas, para ir calentando motores. Entre ellas, citaré dos: El Descendimiento de Van der Weyden y el tríptico de El Jardín de las Delicias del Bosco. Existe mucha información sobre ambas obras, excepcionales por muchos conceptos. Lo que me interesa aquí es destacar el tesón de Felipe II en adquirirlas para su colección, colección que, junto a la de su padre y su nieto, en buena medida configuraron el núcleo duro del actual museo.

Felipe II fue un hombre de gran instinto artístico y de probada curiosidad intelectual. Ocupado, como estaba, en dirigir el mayor imperio católico conocido, no dejó de interesarse por la pintura, la arquitectura, la botánica, la astrología… y su biblioteca del Escorial albergaba gran cantidad de libros que estaban prohibidos para sus súbditos.

Felipe II trajo a España las obras del Bosco y de Van der Weyden; intentó traer, nada menos, el Políptico de los hermanos Van Eyck que se puede ver en Gante y sólo un motín de ciudadanos enfurecidos evitó que acabara en el Prado. Mandó hacer una copia para sus aposentos.

Hablando de los Van Eyck, conviene recordar que El matrimonio Arnolfini de Jan Van Eyck, que exhibe la National Gallery de Londres, desapareció del Palacio Real de Madrid durante la guerra de la independencia, como desaparecieron un retrato de Felipe IV de Velázquez, también en la National, y alguna “cosa” más. ¿Quién tuvo el ojo de traer al Alcázar de Madrid semejante maravilla?

Dejemos a un lado las obras maestras oficiales y vamos con las demás. Advierto que es una selección personal, sujeta a todo tipo de opiniones que, faltaría más, serán bien recibidas. El orden no implica preferencia alguna.

  1. Cristo muerto sostenido por un ángel de ANTONELLO DE MESSINA (Messina 1430 – Messina 1479). Técnica mixta sobre tabla, de 74cm x 51cm.

Como su apellido indica, Antonello es un hombre del Sur y el paisaje que aparece detrás de las figuras parece ser la bahía de su ciudad natal pero en el entorno de los dos protagonistas se transforma en un árido campo de árboles secos, sembrado de calaveras y huesos. A la izquierda de los brazos de Cristo y el ángel se aprecian dos cruces, vacías, y unas figuras que permanecen en el lugar. En el lado derecho aparece un muro roto. La técnica del paisaje y de los cabellos de los dos personajes es digna de un maestro flamenco. Vasari nos advierte de que Antonello fue discípulo de Jan Van Eyck, uno de los indiscutibles maestros del pormenor.

Cristo, recién muerto, con la boca entreabierta, conserva un gesto de dolor y su rostro amarillo destaca frente al azul del cielo meridional. El que no tiene consuelo es el chiquitín (o chiquitina) con alas que sostiene el cadáver. Las lágrimas resbalan por sus mejillas y un fragmento de su vestido, anaranjado, juega con el azul del manto de Cristo que se pliega por la delicada mano que desaparece tras la tela. Más abajo, la mano doblada de Cristo en forzada posición. Cristo está desnudo, cubierto apenas por un paño de meticulosos pliegues.

Hemos visto descendimientos en que varios personajes sostienen el cuerpo de Cristo o piedades en que el cadáver descansa sobre el regazo de su madre. En este caso, un pequeño celestial pero muy humano, llora mientras soporta el cuerpo sin vida de un hombre, a la espera de ayuda o de consuelo. Su mirada, un tanto perdida pero emocionante, nos traslada lo comprometido de su situación.

Bien. Esta joya que, a mi juicio merece una atenta mirada, es un reclamo para indagar más en este extraordinario artista que, entre la nómina deslumbrante del Renacimiento, ha pasado bastante desapercibido.

Continuará.

CANTAORAS Y CANTANTES

 

Escribo al hilo, como siempre con retraso, del fenómeno Rosalía, cantante a la que pude escuchar y ver en la gala de los Goya, en un interesante montaje, acompañada de un orfeón catalán, interpretando un tema de Los Chunguitos.

Y como Rosalía, más que una cantante, me resulta un fenómeno mediático bien organizado, me apetece hacer aluna reflexión.

Cantantes hay muchas, cantaoras menos y grandes pocas. Pastora Pavón (Niña de los peines), Tía Anica (la Piriñaca), Paquera de Jerez, Fernanda y Bernarda de Utrera, son algunas de las cumbres de una manera de hacer. Todas cantaban en sus casas y de ello hay muestras en youtube. Es verdad que, si las llamaban, actuaban en alguna sala pero, como dijo Bernarda, “a mí, esto del arte no me interesa; me llaman, canto y vuelvo a mi casa”. Para oírlas cantar, mejor dicho, para oírlas resonar mejor ir a su casa. En el impagable programa Rito y geografía del cante, hay un episodio en que se ve a Tía Anica, en casa, para entendernos en zapatillas, cantando, rodeada de su tocaor y algunos fans. Entre ellos Fernando Fernández Monge, “Terremoto de Jerez”. Hay que fijarse en su cara, en su mirada, para empezar a comprender de qué estamos hablando.

Rosalía no creo que cante en casa porque el tinglado audiovisual y el orfeón no cabrían. Es una cantante, seguramente una gran cantante, como lo es Estrella Morente que, quizá en sus comienzos, soñó con ser una cantaora de leyenda y luego se resignó.

De montajes seguiremos hablando porque los hay muy buenos. Tan buenos que lo de menos es cantar.

LA VÍSPERA DEL INFINITO 2

 

En mi entrega anterior lamentaba la desaparición de La víspera del infinito. Como decía, rastreando en internet no se encuentran muchas noticias del programa. Una cosa me ha llamado la atención: un escritor llamado José Ángel Barrueco, autor prolífico según he sabido después, se quejaba en el diario El Confidencial del “saqueo” que este programa hacía de sus opiniones literarias, sin citarle, y aludía a otras apropiaciones indebidas de comentarios ajenos utilizados por Alejandro Alcalde en su espacio radiofónico. Reconozco que no he escuchado todos los programas y que, si no se cita al autor, es difícil saber que se está produciendo un plagio a menos que se sepa de memoria la obra del señor Barrueco. No es mi caso. Al final, Radio Nacional reconoció la falta y, supongo, pediría disculpas al agraviado. Espero que esto haya contribuido a aumentar sus lectores.

Volviendo a lo que me interesa, el extraordinario programa, con sus muchas luces y sus algunas sombras ya reseñadas, está registrado en la web de radiotelevisión española desde el primer día hasta el último. Maravillas de la técnica que permite descargar los podcast  y llevarlos con uno donde le apetezca.

No siendo un programa de rabiosa actualidad cultural, recomiendo cualquiera de los programas de cualquiera de los años en que estuvo en antena. Escuchar uno es, probablemente, quedar enganchado y querer más. Hay nada menos que 248 ocasiones para disfrutar, si no me falla la memoria.

LA VÍSPERA DEL INFINITO, 1

El veinticinco de agosto de dos mil dieciocho se emitió en Radio Nacional el último programa de La víspera del infinito, uno de los mejores programas de la radio española. Su director y presentador, Alejandro Alcalde, avisó que no volverían el sábado próximo, anunció que los directivos de la cadena lo habían decidido así, reconoció que el programa había sido una de sus tareas más gratas desde que trabaja para el ente y, por ver el lado bueno, se despidió diciendo que si la víspera del infinito desaparecía, solo quedaba el infinito, así que… hasta siempre.

No hay mucho que rascar en internet si uno escribe La víspera del infinito. Al comienzo, desde su primera emisión el catorce de agosto de 2014, el programa se emitía los sábados y domingos, de 6,00 a 7,00 de la mañana. La emisión doble concluyó el treinta y uno de agosto de ese mismo año y ya continuó hasta el final sólo el sábado, a la misma hora.

Este programa, dedicado a las escrituras, músicas o plásticas menos conocidas, es impensable en los aburridos y escasos espacios culturales de los medios de comunicación privados, plagados de amigos y amigas de pesebre seguro; tenía la hora bien elegida, para que no lo escuchara casi nadie pero es forzoso reconocer que solo una radio pública podía afrontar semejante compromiso. Una radio pública de un país progresista, pensaría yo, y, sin embargo, La víspera del infinito nació y perduró en la Radio Nacional de la era Rajoy y vino a morir poco después de la moción de censura que colocó a Pedro Sánchez en la Moncloa, aprobada el uno de junio de dos mil dieciocho. Como decía, los directivos del ente fulminaron el programa poco después de hacerse con las riendas. Seguro, seguro que tienen argumentos poderosos porque el poder tiene siempre argumentos que, aunque no sean ética, física o metafísicamente admisibles, son eso: poderosos.

Continúo en la próxima entrega. Como decía Alejandro Alcalde al final de cada programa, gracias por la atención.

MURILLO

Sevilla ha celebrado el 400 aniversario del nacimiento de Bartolomé Esteban Murillo como este enorme artista merece, con varias actividades y muestras dispersas por toda la ciudad. Nacido el 31 de diciembre de 1617, los homenajes se han desarrollado a lo largo de 2018 pero la traca final es una exposición que se extiende hasta el 17 de marzo del presente año.

La muestra reúne cincuenta y cinco obras, muchas de ellas maestras, procedentes de los más diversos museos y colecciones, prueba de que los buenos catadores de Europa y América se fueron haciendo con los lienzos de este sevillano universal, víctima de algunos tópicos que esta exposición contribuye a desbaratar.

No se trata de pintar Inmaculadas o escenas de santos por encargo, no se trata de pintar escenas callejeras. Se trata de pintar como pocos lo hicieron, del cuidado de las composiciones, de las arquitecturas, de los tonos, de la armonía, de la humanidad y la ternura.

Recomiendo madrugar porque, a ciertas horas, la acumulación de visitantes puede dificultar el placer de demorarse ante cada uno de los lienzos para ver lo nunca visto o para descubrir cosas nuevas en cuadros muy vistos. Por otra parte, algunas obras siempre han estado expuestas en altas paredes de iglesia o altares y ahora bajan, por fin, a escasos centímetros de nuestros ojos.

Todo, como digo, es superior y si tengo que destacar alguna sorpresa mayúscula, en mi caso hablaré de La Virgen con el Niño del Palazzo Barberini de Roma; La Sagrada Familia de la National Gallery de Londres; La Inmaculada Concepción del Escorial, del Museo del Prado; la impresionante Dolorosa del Museo de Bellas Artes de Sevilla; Las bodas de Caná del Barber Institute de Birmingham y el Retrato de Joshua Van Belle de la National Gallery de Irlanda.

Un consejo más. No muy lejos del museo está el Hospital de la Caridad que conserva originales y unas muy buenas copias de lo que ahora luce en Londres, Washington o San Petersburgo, además de dos lienzos cumbre de Valdés Leal. Como diría un sevillano, tela… Y es que va a ser verdad que este Murillo cada día pinta mejor.

 

29 de enero de 2019

 

AMOS OZ

Quiero inaugurar esta Avenida de la Libertad recordando a un gran escritor que nos dejó a finales de 2018: Amos Oz. Y quiero rendirle homenaje no tanto por su literatura como por su ejemplo intelectual y personal.

Dentro del delirante plan de lecturas que practico, manejo, ahora mismo, tres textos de Oz: Una historia de amor y oscuridad, Contra el fanatismo y Los judíos y las palabras (este último en colaboración con su hija Fania). Hablando desde la servidumbre de quien depende de los traductores, debo decir que estoy fascinado por el primero de los libros, conmovido por el segundo y muy agradecido por el tercero. Cualquier otro texto será digno de atenta lectura.

Aquí y ahora recomiendo encarecidamente el segundo título: CONTRA EL FANATISMO, así, como declaración, aunque no tuviera después interesantes reflexiones. Amos Oz fue un ser humano cabal y honesto, un humanista que nunca renegó de su condición pero que nunca dejó de buscar el entendimiento con sus semejantes, palestinos, árabes en general, que son también cabales y honestos.

Sería fácil la coexistencia de dos estados en ese mítico territorio si no existieran fanáticos infiltrados hasta la médula en las instituciones de Israel y sus amigos, de Palestina y sus amigos. Y, sin embargo, los acontecimientos de todos estos años nos vienen avisando de que “eso” más bien parece una utopía que una realidad humanamente alcanzable.

Amos Oz ha fallecido, como muchos otros, mientras el conflicto sigue anclado, arruinando vidas y esperanzas. Confiemos, al menos, en que su ejemplo contribuya a traer tiempos mejores.

Durango, 18 de enero de 2019

Este sitio web utiliza cookies de terceros para optimizar tu navegación, adaptarse a tus preferencias y realizar labores analíticas. Al continuar navegando aceptas nuestra Política de cookies. ACEPTAR
Aviso de cookies