LEER NOVELAS A LOS CUARENTA

Cito de memoria. Josep Pla, en entrevista con Salvador Paniker, consideraba un cretino al hombre que lee novelas más allá de los cuarenta. De Pla tengo leído parte del Cuaderno Gris y me parece extraordinario para cualquier edad adulta. También creo que era hombre de sentido común. Confesando de antemano mi cretinismo y, apoyado en otros “cretinos” con más galones que yo, tipo Martín de Riquer o Torrente Ballester, me pregunto qué quería decir Pla y los demás intelectuales que se han manifestado en parecidos términos.

Supongo, por un lado, que a los cuarenta uno ha tenido que leer todo lo que merece la pena. Hablo de novela y relato. Sea, pero no todos hemos tenido una juventud tan provechosa.

Por otro lado, es forzoso reconocer que los novelistas y los autores de cuentos siguen produciendo mientras nos hacemos mayores.

En tercer lugar, hay géneros, como la novela negra, que tienen fama de relajantes y recomendable a cualquier edad.

Conclusión. A partir de los cuarenta uno se dedica al ensayo, la crítica, la sociología, la política, la filosofía… Y, como tonto de remate, se da de vez en cuando el placer de leer (o releer) una novela o un cuento porque la literatura es un placer como la música, el cine o las artes plásticas, y ni Pla ni los demás dijeron nunca que, a partir de los cuarenta se dejara de oír música, ver películas o visitar museos.

Un ejemplo. Todos aquellos que no hayan leído a José (Pepe) Bianco, ya pueden ponerse a la tarea siempre que tengan más de dieciocho años. Por arriba no hay límite de edad.

EL CASO DE LA FUNDACIÓN MARCH

La Fundación March, desde que yo la recuerdo en mis tiempos de universitario, no tenía rival en la promoción y divulgación de la cultura en España. Han surgido, después, muchas fundaciones y ninguna, creo yo, ha alcanzado su nivel.

Ahora que los buscadores en internet son supersónicos, uno puede teclear fundación juan march conferencias y encontrará un extraordinario catálogo de vídeos o audios de los más diversos saberes.

Viene a cuento porque, recientemente, y coincidiendo con la exposición sobre Mondrian y De Stijl en el Museo Reina Sofía, la Fundación ha preparado una exposición digital, denominada El caso Mondrian, que viene a recordar la primera gran exposición sobre el artista holandés que tuvo lugar en la sede madrileña de la Fundación (Castelló 77) en 1982. A la exposición acompaña el vídeo de la charla explicativa de Ramón González Ferriz con Manuel Fontán del Junco y Charo Crego que tuvo lugar el 6 de noviembre de este año. Solo puedo recomendar ambas cosas y, naturalmente, para los que puedan acudir, la muestra del Reina Sofía una vez “visitada” la Fundación. A título de curiosidad, decir que Mondrian estuvo en Bilbao, en 1903, lo que se acredita con una fotografía tomada, asómbrense, ¡en la plaza de toros de Bilbao!

La misma Fundación March tiene en el Museo de Arte Abstracto de Cuenca otra exposición denominada Descubrimientos Millares, con la obra gráfica completa de Manuel Millares, enorme artista prematuramente fallecido. Estando el Museo cerrado hasta nuevo aviso, es de esperar que la muestra se prorrogue más allá de la fecha inicialmente prevista para su traslado a la sede de la Fundación en Palma de Mallorca, febrero de 2021.

En todo caso, si sigue en Cuenca cuando podamos movernos, será una estupenda ocasión para acercarnos, de paso, a la villa romana de Noheda y si está en Palma, será una estupenda ocasión para visitar esa preciosa ciudad y disfrutar de sus muchos encantos.

LAS EXPRESIONES, LAS PALABRAS, LOS SONIDOS

Hace poco me topé, por casualidad, con un monólogo del humorista Joaquín Reyes, hombre irregular pero con ingenio, que ante la expresión “nadie debería morir” argumentaba que alguien sí debería morir y ponía ejemplos:

Los que dicen cosas del tipo “hasta luego noruego”, me las piro Vampiro” y otras similares que están en la mente de todos.

Los que dicen eso de “esto es feo, no: lo siguiente”

Y, aunque exagerado en su pretensión de mandar a otro barrio a tales ciudadanos, no deja de tener alguna razón y por eso, siguiendo su reflexión, se me ocurren algunas cuestiones para añadir “condenados” a la lista.

Mingote, otro humorista, gran dibujante, definiría hoy en día como “cursis” a los que se pasan el día diciendo “reinventarse”, “esto está en mi ADN”, “no me da la vida” y similares.

Y ya puestos, habrá que decir que hay palabras que, aunque necesarias y políticamente correctas, son, como diría mi amigo Francis Elizalde, horrísonas. Empoderar y mandatar se llevan la palma y es una lástima que los creadores de lenguaje no hayan encontrado nada que suene mejor para los conceptos pretendidos que son, dicho sea de paso, muy loables. Potenciar es una palabra bastante clara y mandato es un sustantivo que viene de mandar. El verbo mandatar, usado mayoritariamente por sindicatos y organizaciones políticas, no figura todavía en el diccionario de la RAE pero, como suele ocurrir, acabará entrando en alguna de sus actualizaciones.

Cambiando de tercio, y metidos en harinas filológicas, quería referirme a dos letras españolas: la eñe y la elle que tienen alguna peculiaridad. La eñe, que yo sepa, no existe en ninguna otra lengua pero el sonido que representa sí. De la misma manera existe en otras lenguas el sonido que representa la elle.

Ejemplos. Para el sonido eñe, tenemos en francés y en italiano el grupo gn, en portugués el grupo nh y en catalán el grupo ny. Para el sonido elle, tenemos en italiano el grupo gl y en portugués el grupo lh.

Dicho esto, se ruega pronunciar correctamente las palabras que llevan estos grupos y de la misma manera que pronunciamos Cataluña (Catalunya), pronunciaremos Coello (Coelho) o Bergollio (Bergoglio) y morriña (morrinha) o ñoqui (gnocchi).

Al parecer, se está perdiendo la pronunciación de la elle en castellano y se tiende a pronunciar como y griega. Que yo recuerde, pronunciar, lo que se dice pronunciar bien, lo hacía Don Enrique Tierno Galván que pronunciaba hasta la uve distinguiéndola de la be. Don Enrique tenía, además, un excelente latín que le permitía hablar en esta lengua con el nuncio de Su Santidad en Madrid. Don Enrique tenía, además, un extraordinario alemán que le permitió traducir, entre otras cosas, el Tractatus lógico-filosoficus de Wittgenstein, que no es moco de pavo.

Don Enrique tenía, en fin, cantidad de cualidades intelectuales y morales. Lo  echamos mucho de menos en estos tiempos de políticos mediocres cuyo objetivo fundamental en la vida es medrar y mantenerse en el poder pase lo que pase.

LOS PACTOS ¿IMPOSIBLES?

Comenzaré de modo absolutamente y doblemente incorrecto: primero por el lenguaje sugerido y segundo por contar batallitas de la mili.

En unas maniobras, allá por 1983, un teniente de cuyo nombre me acuerdo, en una “charla técnica” nos soltó lo siguiente: “para las ocasiones son los…”. Si, años después, hubiera sido una teniente, podría haber dicho: “para los casos extraordinarios son los…”.

Esto que estamos viviendo es una de esas ocasiones a las que aludía el teniente. Adolfo Suárez, en 1977, en plena emergencia económica convocó a los diversos partidos y de ahí surgieron dos pactos, uno político y otro económico, conocidos como los pactos de la Moncloa. Felipe González, Enrique Tierno Galván, Santiago Carrillo, Juan Ajuriaguerra y Manuel Fraga (que sólo suscribió el acuerdo político) supieron, en ese momento, prescindir de sus intereses partidistas y empujar en una sola dirección para salvar la economía y, de paso, la democracia en España.

Una de las medidas acordada fue la designación de Enrique Fuentes Quintana como Vicepresidente del Gobierno y Ministro de Economía.

Si uno contempla el panorama de nuestros actuales dirigentes, sea cual sea el color político de los mismos, no puede ser otra cosa que pesimista. Es verdad que la democracia no está amenazada como lo pudo estar en aquellos años pero la economía puede que sí precise de un mando único, de consenso. Si ni siquiera dentro del gabinete hay una postura única, es difícil que la haya entre el gabinete y la oposición, entre el gabinete y los gobiernos autonómicos. Para las ocasiones son los políticos de altura y, desgraciadamente, no los tenemos. Alguno ni siquiera contesta la llamada del Presidente. Así, mediocres, ventajistas, desleales, inexpertos, sin formación política, ambiciosos y todo o demás que ustedes quieran añadir, no habrá posibilidad de acuerdo.

Cuando esta primera oleada pase, quedará el recuerdo amargo de una cuadrilla de políticos, casta de figurines, para los que las urnas, desgraciadamente, no encontrarán recambio.

Lástima.

 

VENTAJAS DE LEER A OREJUDO

Hace pocos días he visto en FILMIN (gran consuelo para confinados cinéfilos) la tremenda película Ventajas de viajar en tren (2019), una arriesgada apuesta dirigida por Aritz Moreno en tiempos de enorme corrección política. Magníficamente interpretada por Luis Tosar, Ernesto Alterio, Pilar Castro y Belén Cuesta, entre otros, traslada a la pantalla la no menos tremenda novela que, con ese título, Antonio Orejudo (Madrid 1963) publicara en 2000.

Orejudo dio su primer toque de atención en 1996 con Fabulosas narraciones por historias, y quienes lo descubrimos en Ventajas de viajar en tren, hemos tenido el placer, el honor diría yo, de disfrutar una voz verdaderamente fresca y potente en un panorama bastante desolador si seguimos las recomendaciones de círculos de amigos, tertulias y demás inventos mediáticos que se pasan el chicle para que, a base de dar la matraca, aburridos y mediocres intelectuales medren a cuenta de los lectores poco avisados.

Lo de Orejudo era, efectivamente, otra cosa. Tras sus dos aldabonazos iniciales, aparece en 2005 Reconstrucción, también extraordinaria y no volvió a editar más literatura hasta 2011, cuando aparece Un momento de descanso, con algún leve síntoma de agotamiento.

Confieso que no sé nada de su última obra, Los cinco y yo (2017) y he visto que El País está publicando entregas de otro texto para amenizar la cuarentena.

Para la cuarentena tengo cantidad de cosas pendientes y no sé si estos tiempos serán los más apropiados para entrar en el mundo del primer Orejudo. Lo que sí digo es que, cuando podamos ir a la playa o al monte, esas tres novelas son algo tan serio como recomendable.

EL DOBLE MÁS QUINCE

El día 27 de febrero se estrenó en Bilbao El doble más quince, película dirigida por Mikel Rueda y protagonizada por Maribel Verdú y Germán Alcarazu, una producción de Baleuko.

Podríamos decir que es una street movie, en la que una mujer madura y un chaval que se han conocido por un azar informático (un chat para sexo on line), dan un largo paseo por Bilbao y sus alrededores mientras surgen pinceladas de la vida de cada uno de los protagonistas que nos hacen conocerlos un poco mejor.

Ella médico, casada, dos hijos… una vida anodina, frustrante. Él estudiante, huérfano de padre, con apuros económicos, buscando dinero rápido para ayudar a su madre.

Ana recupera en compañía de este imberbe las ganas de vivir, de hacer trastadas, de bailar, de hacer el amor… Eric aprende cosas con ella que sus colegas ignoran. Ambos intercambian filosofías, revisan juntos: ella su pasado y él su futuro. Eric, tras un día intenso, perderá la virginidad de la mejor manera posible.

Mikel Rueda ha escrito un guion eficaz, sin aspavientos, sabiendo casi siempre lo que dice.  De la misma manera, con mucho tacto, ha conducido a la pareja por un Bilbao fotografiado con tanta verdad como cariño. Este no es el lugar para resaltar divergencias sobre escritura o técnicas de rodaje.

Maribel Verdú está espléndida y su personaje evoluciona desde el agobio inicial, ganando luz, brillo. Germán Alcarazu (su segundo largometraje) con su encantador acento de “un pavo de aquí”, aguanta perfectamente, como su experimentada compañera, las exigencias de una cámara muy muy cercana.

A esto, los críticos al uso acostumbran a llamarlo “película pequeña”. Sea. Ante tanta película grande, tramposa o confusa, bienvenidas sean las pequeñas, sinceras,  cuidadosas, bonitas como se decía cuando yo era pequeño…

PERET

Peret y su familia

Para los que estamos un pelín al margen de las grandes productoras de series norteamericanas, FILMIN es un verdadero lujo. Ayer pude ver PERET. Yo soy la rumba, un documental de Paloma Zapata. En Filmin también se puede disfrutar de Cuchibiri, cuchibiri, documental de Carles Prats.

Recuerdo que, en una mítica grabación de Manuel Torre (el cantaor más genial de los que se conservan registros) se oye, mejor diría se le escucha decir “¡Viva Cataluña!” Y es que son muchos años de relación entre Cataluña y los gitanos.

Y es que, también, en Cataluña se hablan tres lenguas: catalán, castellano y caló. A mucha honra.

Pedro Pubill Calaf, Peret, es uno de esos talentos que, tras mucho esfuerzo, triunfó en la España franquista. Hijo de un vendedor ambulante, apodado Medioamigo, reconoció que no estaba dotado para ese arte y se dedicó a la música, a la rumba, a la rumba catalana que paseó por medio mundo. Los “intelectuales” del momento, que no se enteraban de nada, se confundieron con Peret y sus dos gloriosos palmeros, y los consideraron un producto de régimen. Nada más lejos de la realidad.

En el documental de Paloma Zapata, la familia recuerda la trayectoria del artista y todos, todos sus familiares hablan en catalán aunque la rumba, lógicamente, va en caló o en español, para entendernos.

Esta convivencia, de la que Joan Manuel Serrat siempre tomó buena nota, es un ejemplo para los políticos catalanes y españoles. Quizá el mejor relator que puedan encontrar hable caló.

JOYAS DEL PRADO 3

Michelangelo Merisi da Caravaggio, hombre de vida corta pero intensa, es un pintor de esos que calificamos como “de genio”. Si hacemos caso a los expertos, los grandes venecianos, Tiziano, Tintoretto y Veronés habían acabado con la pintura y Caravaggio parece asumir el reto de comenzar de cero, prescindiendo de estilizaciones, idealizaciones y demás remilgos. Se constituye en precursor del barroco, dejando huella en Ribera, una de las cumbres del movimiento.

Tengo debilidad por las instantáneas que Caravaggio nos ha dejado: Muerte de la Virgen, Crucifixión de San Pedro, Conversión de San Pablo… En el Prado tenemos otra instantánea, de menor entidad que las anteriores, en la que un joven David (modelo que aparece en otras obras del pintor) se afana, ajeno a la cámara, separando la cabeza del gigante con la cuerda de la onda enredada todavía en la mano izquierda. El flash ilumina el brazo y la pierna derecha de David y la mano y la cabeza de Goliat, que muestra un certero golpe en la frente. La cara del héroe queda prácticamente desdibujada pero estamos a un tris de que levante la cabezota y la exhiba triunfante.

Recomiendo revisar otros David en los que el mito parece presentarse con exactitud: el de Donatello, con espada y sombrero; el de Verrochio, con atuendo ambiguo. Aquí, como en Caravaggio, tenemos a un crío que acaba de derribar a un gigante, evidentemente con la ayuda de Dios. El David de Bernini precisaría menos ayuda y el de Miguel Ángel es, en sí mismo, un gigante capaz de cualquier cosa. Me quedo con los primeros aunque los segundos sean incomparables muestras del talento de dos superdotados.

En la imagen: DAVID VENCEDOR DE GOLIAT (hacia 1600. Óleo sobre lienzo). CARAVAGGIO (Milán 1571 – Porto Ercole 1610)

JOYAS DEL PRADO

 

Para hablar con propiedad de Paolo Cagliari, llamado el Veronés, hay que comenzar citando al gran Elie Faure, tan vehemente como certero. “Si hay que entender como pintura el arte de organizar sinfónicamente los colores, no hubo nunca, ni habrá jamás, un pintor más grande que ese cuyo mismo nombre, cuando se pronuncia, parece un destello de perlas y piezas de oro».

Es verdad. Sin la trascendencia inaugural de Masaccio; sin la impronta científica de Piero della Francesca; sin el tirón multidisciplinar de Da Vinci; sin el prestigio canónico de Rafael o el aura genial de Miguel Ángel, Veronés es el colorista más grande de su siglo, uno de esos “artesanos” que engrandecen la historia del Arte desde planos más bien discretos.

El cuadro que he elegido entre los que exhibe el Prado es una buena muestra de los talentos del Veronés. La escena es conocida. Durante una visita a Jerusalem, Jesús se despista de sus padres y aparece en el templo donde deja con la boca abierta a los sabios del lugar. Al margen de la sabiduría compositiva y del bien ponderado manejo del color, se aprecia el gusto del pintor por la arquitectura, a la que homenajea con frecuencia. Consta su excelente relación con el arquitecto de referencia en la Venecia del siglo XVI: Palladio.

A título de anécdota merece la pena contar que los hermanos Barbaro, ricos comerciantes, encargaron a Palladio una villa en Maser, localidad cercana a Venecia. Toda la pintura del edificio se encomendó al Veronés. Para entendernos, como si un empresario francés hubiera encargado una casa a Le Corbusier y la pintura a Matisse, o una rica heredera norteamericana hubiera hecho lo propio con Lloyd Wright y Rothko.

En dos obras verdaderamente deslumbrantes, La cena en casa de Leví (Galería nacional de Venecia) y Las bodas de Caná (Louvre) estas capacidades y libertades de nuestro artista quedan patentes hasta un extremo que llegó a preocupar a los inquisidores de turno. Veronés defendió la libertad de creación.

Un recorrido sin prisa por la sala del Prado donde los veroneses se exhiben es altamente recomendable.

Una última cosa. Al parecer, este cuadro lo adquirió Velázquez, por encargo de Felipe IV, en su segundo viaje a Italia. Una muestra más del exquisito gusto del monarca y su pintor de cámara.

En la imagen: LA DISPUTA CON LOS DOCTORES EN EL TEMPLO (hacia 1560. Óleo sobre lienzo. 236 cm x 430cm). PAOLO VERONÉS (Verona 1528- Venecia 1588)

CUNQUEIRO YA TIENE MUSEO.

Mi amiga Pilar Paz, compañera de fatigas filológicas, me hizo hace pocos días dos regalos dignos de mención..

El primero, la edición de las colaboraciones de Álvaro Cunqueiro en Radio Nacional, joya que encontró en la tercera planta de la librería Couceiro de Santiago de Compostela.

El segundo, un folleto que daba cuenta de la existencia de la casa-museo de Álvaro Cunqueiro, en Mondoñedo. Enredando en internet comprobé que ha sido inaugurada el pasado uno de marzo. Me remito a la web de la casa-museo para las cuestiones prácticas.

Don Álvaro Cunqueiro nació en 1911 y murió en 1981. Con un retraso notable que habrá que achacar a las burocracias político-administrativas, Galicia rinde, finalmente, homenaje, al mayor escritor prosa en lengua gallega y uno de los mayores escritores en lengua castellana.

En el folleto, tipo periódico, que me trajo Pilar, se dice que en lo que hoy es la sede del museo vivió y escribió Álvaro Cunqueiro. Añadiría yo una cosa: leyó. Cunqueiro ha sido uno de esos lectores incansables que se dignó a trasladarnos, en poemas, novelas, teatro, artículos de periódico, conferencias o guiones radiofónicos, una prodigiosa cultura multidisciplinar.

De modo que ahora que Don Álvaro tiene, en su pueblo natal, además de estatua mirando a la catedral, casa-museo, sumamos una razón más para acercarnos a Galicia y, mientras preparamos el viaje, leer a este fascinante escritor, sobre el que habrá que insistir en otras entregas.

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